Autor: Maurizio Ferraris
Año: 2024
Referencia bibliográfica:
Ferraris, M. (2024). Intelligence as a Human Life Form. Journal of Responsible Technology, 18, 100081. https://doi.org/10.1016/j.jrt.2024.100081
Categoría asignada: Ética y regulación
Resumen:
El artículo Intelligence as a Human Life Form de Maurizio Ferraris ofrece una reflexión filosófica sobre la inteligencia artificial (IA) y sus implicaciones éticas y filosóficas, buscando desmitificar las ansiedades y temores asociados a esta tecnología. Ferraris argumenta que la IA no es un fenómeno radicalmente nuevo ni una forma de inteligencia auténtica, sino más bien una extensión de herramientas que los humanos han creado a lo largo de la historia para potenciar su capacidad intelectual. El texto se propone relativizar la novedad de la IA, enmarcándola dentro del contexto histórico de las tecnologías humanas y destacando que la “inteligencia” que atribuímos a la IA es esencialmente una metáfora.
El artículo comienza con una comparación entre los debates antiguos sobre la escritura y los actuales sobre la IA. Ferraris hace referencia a la fábula platónica de Thoth y Thamus, donde el dios egipcio Thoth presenta la escritura como un “remedio” para la memoria, mientras que el faraón Thamus la percibe como un veneno que debilitará la mente humana al externalizar la memoria. De manera similar, la IA se presenta como una tecnología que, si bien facilita la vida, plantea preocupaciones sobre su impacto en las capacidades humanas, como la memoria y la creatividad. Ferraris sugiere que la IA, al igual que la escritura en su tiempo, es vista con sospecha por su capacidad de externalizar funciones cognitivas humanas y crear dependencias.
El concepto de inteligencia natural, tal como se presenta en el artículo, es central para comprender las limitaciones de la IA. Según Ferraris, la inteligencia natural está íntimamente ligada al cuerpo y las experiencias sensoriales, lo que le confiere una riqueza emocional y cognitiva que la IA nunca podrá replicar. Mientras que la inteligencia natural está embebida en la vida humana y es capaz de adaptarse a múltiples contextos sociales y biológicos, la IA es una creación artificial que carece de propósito propio y se limita a cumplir funciones externas impuestas por sus creadores humanos. En este sentido, Ferraris destaca que la IA es un mecanismo que puede realizar tareas específicas, pero carece de las características esenciales de la vida, como las emociones, intenciones y necesidades.
Ferraris profundiza en la metáfora de la inteligencia artificial, afirmando que, aunque atribuimos capacidades cognitivas a los sistemas de IA, en realidad lo hacemos por analogía. Llamar “inteligente” a una máquina es, en su opinión, una catachresis, es decir, una figura retórica donde se usa una palabra fuera de su significado original por la falta de un término más preciso. De manera similar a cómo llamamos “pata” a la base de una mesa, Ferraris sostiene que usar el término “inteligencia” para describir las capacidades de las máquinas es incorrecto, ya que estas no son equivalentes a la inteligencia humana, que está profundamente ligada al cuerpo y a la vida.
Uno de los temas clave del artículo es el debate sobre la moralización de la tecnología. Ferraris cuestiona la creciente demanda de que las máquinas y la IA se rijan por principios éticos, argumentando que las máquinas, por su propia naturaleza, no pueden ser sujetos morales. La moralidad, según el autor, es un atributo de los organismos vivos, no de los mecanismos. Las máquinas pueden ser diseñadas para cumplir con ciertas normas éticas, pero esto no las convierte en agentes morales autónomos. Ferraris señala que, históricamente, cada nueva tecnología ha suscitado preocupaciones éticas, desde la escritura hasta Internet, y que estas preocupaciones a menudo reflejan más los miedos humanos ante lo desconocido que la naturaleza intrínseca de la tecnología misma.
En conclusión, Ferraris propone que el verdadero desafío no es la IA en sí misma, sino cómo los humanos la utilizan y contextualizan. Argumenta que es crucial entender que la IA es una herramienta diseñada para servir a la inteligencia natural y que, aunque su complejidad aumente, no puede ni debe sustituir las capacidades humanas. El enfoque debe estar en el uso responsable de la IA, reconociendo sus limitaciones y evitando caer en la tentación de moralizar las máquinas.